top of page
mirador-san-guillerme-e1349261308351.jpg

Fisterra y la Fertilidad

La Ermita de San Guillermo, mantiene desde tiempo inmemorial un misterioso diálogo con el Monte Pindo. Situada en un alto del Monte do Facho, mirando hacia el interior de la ría y al Monte Pindo, se encuentran los restos de una ermita, que fue destruida en el siglo XVIII, asociada al Ara Solis (culto al sol) y relacionada con ritos de fecundidad, pues según la tradición, en una gran losa horizontal, dormían los matrimonios estériles para concebir hijos.

Esta ermita fue probablemente la morada de un ermitaño, que algunos historiadores piensan que pudo ser el Duque de Aquitania, Guillermo X, que peregrinó a Santiago en el S.XI y que murió al llegar a Santiago siendo inmortalizado por el pueblo con el pseudónimo de Don Gaiferos, aunque seguramente sea el resultado de la cristianización de un lugar de culto pagano. También puede ser otro San Guillermo conocido por el nombre de Gellone, que vivió en tiempos de Carlomagno, a quién se le veía transportar pellejos de vino sobre un asno. Esta versión coincide con la leyenda del barril de vino que en 1581 nos relata Erich Lassota, noble peregrino checo que camino a pie hasta Fisterra.

Hay restos de muros laterales que se prolongaban hacia una enorme roca que cerraba el recinto, donde aún se conserva el lecho de piedra, con representaciones solares y un sepulcro antropomorfo que aún se conserva en su primitiva situación. Así describió en 1745 el Padre Sarmiento este ritual pagano: “había una pila o cama de piedra en la que se echaban marido y mujer, que, por estériles, recurrían al Santo y a aquella ermita”.

En la ermita en la que se encuentra una “cama” de piedra de la fertilidad -un sepulcro antropomorfo bajo el cual la tradición cristiana dice encontrarse San Guillermo-, un lugar de estancia y coito para las parejas con problemas para fecundar hijos, pues en ella pasaban la noche y practicaban el coito, constituyendo un ritual ancestral y la creencia en el poder fecundador de esta piedra. En los equinoccios el Sol penetraba hasta el fondo de la ermita en su salida por el levante; así lo explican Fernando Alonso Romero y Manuel Cornide en un estudio realizado en 1999. Estamos en el que se dice es el final del “camino pagano” del Camino de Santiago y, como tal, con ejemplos de culto alrededor de la piedra, queda claro que el lugar ya era sagrado, a buen seguro, con anterioridad al cristianismo. La ermita se incrusta en una especie de cavidad a la que llegaban los primeros rayos del equinoccio de primavera -también del de otoño-, aquella fecha que marcaba en el calendario el resurgir de la vida y el triunfo de la luz sobre las tinieblas (el día, igual en duración a la noche en esa fecha, empieza a ganar terreno a la noche hasta el Solsticio de verano).

Relacionado con los mitos de la fecundidad, y de la antítesis entre muerte y resurrección (algo siempre presente en la mitología fisterrana), el edificio primitivo (datado en el siglo VIII) fue destruido por los franceses. La ermita conserva algunos de sus muros, y elementos como la “cama de piedra” donde los matrimonios estériles aun acuden a concebir. La importancia del enclave radica en la historia que guarda: hogar de un ermitaño de época prerrománica (siglos VII u VIII) cuyos rituales iban dirigidos siempre hacia la fecundidad y todo lo que la rodea, es probable que no se trate del San Guillermo canonizado por la Iglesia, sino un anacoreta anónimo que luego sería canonizado por el pueblo. Algunos dicen que bajo la cama de piedra se encuentra su cadáver, mientras otros afirman que apenas estuvo unos meses en aquella morada. Son datos difíciles de contrastar por la antigüedad de los hechos y por las pocas investigaciones hechas sobre el terreno. De cualquier modo, es importante su significación y porque es probable que sea una cristianización de algún ritual precristiano, quizás relacionado con el Ara Solis.

bottom of page