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San Xiao de Moraime

Moraime-Muxia

Estamos en el Monasterio de S. Julián/Xiao de Moraime, municipio de Muxía. Punto de paso del Camino de Santiago a Fisterra y Muxía. Excepcional monumento de estilo románico, de mediados del siglo XII.

fue uno de los que también quedaron incorporados a San Martín de Santiago, al iniciarse la reforma de los Monasterios de Galicia, durante el reinado de los Reyes Católicos, pasando de abadía a simple priorato, carácter que tuvo hasta la Exclaustración, en que todos sus bienes pasaron a manos de seglares.

Los orígenes de San Julián son inciertos, aunque la historia demuestra que el lugar estuvo habitado al menos desde época romana, antes de ser un lugar de culto cristiano. En los trabajos de excavación apareció entonces parte de lo que pudo ser un complejo termal, cerámica y monedas.

La documentación resultante de la excavación en la necrópolis aportó una dotación de los siglos V al XI. Se trataba de una necrópolis pequeña, de 15 a 20 individuos, enterramientos humildes, pero entre los que aparecieron objetos litúrgicos que hacen pensar en la existencia de un templo altomedieval, quizás tardoantiguo, pero la primera prueba documental que denota su existencia es de fines del siglo XI. Froila Ruiz en unión de su esposa, hija de la condesa Argelona, donó al Monasterio la villa de Sartevagos, condicionando la donación a que los colonos existentes en las tierras donadas fuesen considerados por los monjes como ingenuos y no como siervos.

Regentaba entonces el Monasterio el abad Estrarico y dependían del Monasterio unos eremitorios que estaban en las vertientes de los montes cercanos al mar. La misma condesa Dª Argelona, puso bajo el régimen del Monasterio de Moraime el que ella había fundado en Vilanova, lugar de la parroquia de Borneiros, Ayuntamiento de Cabana, exigiendo que en él se impusiese la observación de la Regla de San Benito.

En el año 1105 el Monasterio en parte fue destruido por los normandos, hecho que refiere la Compostelana, siendo entonces su abad don Hodorio.

Años más tarde, en 1115, volvió el Monasterio a sufrir las consecuencias de la incursión que por las costas gallegas hicieron los almorávides a las órdenes de su caudillo Ali-ben, Meinón. En esta ocasión fue destruida la iglesia, y en el lugar que ocupaba la primitiva se levantó la actual, contando con la protección del Rey Alfonso VII, quien durante su niñez y algunos periodos de su adolescencia estuvo refugiado en este Monasterio, así como en las luchas que su madre, la reina doña Urraca, sostuvo con Alfonso de Aragón, su segundo esposo.

Este hecho se hace constar en una donación, documento publicado por López Ferreiro, hecha por el Rey Alfonso VII al Monasterio de Moraime, regentado en 1119 año de la donación, por el abad Ordoño. Allí se dice como el Monasterio ya había sido favorecido por el Rey Alfonso VI y detalla su destrucción por los sarracenos, a la vez que se le confirma al Monasterio la propiedad y posesión de todo el coto que se le había señalado, así como el vasallaje de los hombres y mujeres que viviesen en él. Recuerda además el rey que hace la donación y otorga los privilegios por los servicios que el abad Ordoño y sus antecesores le habían prestado en su adolescencia y durante los tiempos de guerra. La importancia y posesiones del Monasterio fue grande en este tiempo, adquiriendo diversas feligresías y pertenencias en tierras de Nemancos y Bergantiños, en las cuales ejercía su jurisdicción, gozando de la inmunidad de todo impuesto real y eclesiástico. Dependieron del Monasterio las feligresías de San Tirso y San Ciprián de Villaestoce en Nemancos y San Juan de Borneiro en Bergantiños, lo mismo que la villa de Muxía edificada en territorio cedido por el Monasterio de Moraime.

El Cardenal del Hoyo, en sus Memorias del Arzobispado de Santiago, vincula, siguiendo a otros historiadores, el origen de la villa de Muxía al Monasterio de Moraime, destruido por los piratas ingleses el primitivo pueblo los vecinos de Santiago de Sereza solicitaron de los monjes permiso para levantar, en tierras próximas al mar pertenecientes al Monasterio, un pueblo nuevo, comprometiéndose a pagar un foro.

Foro que duró hasta los tiempos del emperador Carlos V, que dio el Monasterio y otros lugares próximos al mar en permuta por las tierras de Muxía, nombre derivado del primitivo Monxía, que recordaba la denominación de terras monxías o tierras de monjes que encontramos en algunos documentos medievales.

Cuando el Cardenal del Hoyo visitó el Monasterio, primeros años del siglo XVII, ya dependía San Julián de Moraime de San Martín Pinario, figurando como priorato atendido por cuatro monjes encargados de las parroquias y anejos del Monasterio. En la iglesia monasterial estaba la parroquia de San Pedro de Moraime que era administrada por los monjes, entonces muy pocos para el edificio del Monasterio, que estaba defendido, dice el visitador, por un fuerte muro que lo separaba del mar, y que por falta de estar habitado comenzaba a desmoronarse.

Las crecientes riquezas del Monasterio suscitaron en más de una ocasión la codicia de los señores de la comarca en constantes pleitos entre sí y con los Monasterios e iglesias. Así el conde de Trastámara, don Pedro Enríquez y Ruy Soga de Lobera se apoderaron de gran parte de los lugares, cotos y vasallos del Monasterio durante el reinado del rey Juan I de Castilla. Los herederos de los mencionados señores llegaron a más, desposeyeron a los monjes de todas sus posesiones y hacienda y se la repartieron sin atender las reclamaciones de los monjes ni de la misma autoridad eclesiástica. Ante esto el abad del Monasterio, don Gonzalo Migueles, recurrió al rey Enrique III, quien, en Valladolid, a 15 de Julio de 1401, extendió un documento declarando que tomaba bajo su protección el Monasterio y ordenando que se devolviesen al mismo todos los bienes que le habían sido usurpados. La orden fue cumplida y tanto el conde D. Fadrique como Luis Soga y Pedro Mariño restituyeron a los monjes los cotos y la hacienda de la que habían sido despojados.

Los males no pararon aquí, ya que en las incursiones de los piratas en los siglos XVI y XVII el Monasterio fue saqueado varias veces, lo mismo que durante la invasión francesa.

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