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Faro de Cabo Espichel

Espichel
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Durante siglos la costa portuguesa fue conocida por las embarcaciones extranjeras, especialmente por las británicas, como la ¨costa negra¨ debido a que no había un sistema de alumbrado para ayuda a la navegación. A finales del siglo dieciocho, el Marqués de Pombal construyó una red de faros para hacerlo más seguro, incluyendo el de Cabo Espichel, uno de los más antiguos de Portugal, construido en 1790.

Doscientos años más tarde, el faro sigue operativo y además representa un verdadero símbolo del Cabo Espichel. Abierto al público una vez a la semana, a iniciativa de la marina portuguesa, es una manera de contar la historia del lugar y dar prueba de nuestra relación con el mar.

Admirar el paisaje desde la alta torre de 32 metros de altura, es en sí mismo, una experiencia única que hace que merezca la pena la escalera de 150 escalones, además a lo largo de la subida hay mucho más que descubrir. A una altitud de 168 metros sobre el nivel del mar, el Faro de Cabo Espichel tiene un radio de luminosidad de 26 millas, aproximadamente 48 kilómetros, y produce una luz blanca que cada 12 segundos emite 3 destellos. El aparato óptico, más pequeños que el original, también comprende paneles de aire/mar que emiten luz no solo al horizonte sino también al cielo.

En la torre se puede todavía ver el equipamiento que operaba con un quemador de aceite vaporizado que, en 1883, sustituía a las lámparas de Argán, nutridas de aceite, y el antiguo sistema de reloj que, en caso de fallo de los motores, estaba listo para la acción.

A finales del siglo diecinueve recibió su primera señal de sonido, una campana operada mecánicamente que posteriormente, con la llegada de la electricidad, fue sustituida por una sirena aérea que, aunque desactivada, aún puede verse en el lugar. El equipamiento se constituyó como completamente autónomo en 1989. A pesar de toda la ayuda electrónica disponible para la navegación, la luz del faro sigue siendo valiosa para aquellos en el mar. Los pescadores de Sesimbra se guían no solo por la luz, sino por el mismo edificio. Con los avances visuales y acústicos en términos tecnológicos que se han sucedido a lo largo de las décadas, la rutina de los operarios del faro también ha cambiado. Aun así, al igual que la luz del faro, su presencia sigue siendo indispensable, no solo en caso de un mal funcionamiento del sistema sino también por mantenerlo en buen estado.

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