
Un buen navegante es capaz de encontrar su ruta por la noche con solo observar la Luna y las estrellas. Pero cuando se levanta la niebla… ¡ya no hay ningún punto de referencia! El mínimo error de rumbo podría lanzar el barco contra los arrecifes…Para evitar ese peligro se construyeron los faros.
Los faros se encuentran en la entrada de los puertos, sobre islotes peligrosos, y a lo largo de las costas rodeadas de arrecifes. Un faro es una gran torre con un sistema de iluminación que envía a los barcos potentes haces de luz, de color blanco, verde y rojo. Gracias a esas señales los barcos pueden orientarse.
Pero empecemos por el principio, por el primer faro de la historia. Hablo del faro de Alejandría, una de las 7 maravillas del mundo antiguo. Fue construido en el siglo III a. C. en Egipto y perduró hasta el año 956. Aquí os lo dejo en esta pintura del gran Salvador Dalí.
¿Y el faro más antiguo que aún funciona hoy en día? Pues ese honor le corresponde a la Torre de Hércules. Este faro romano es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y data del siglo I d. C.
Volviendo un momento al Faro de Alejandría, ¿os habéis fijado en la gran cantidad de humo que sale del faro? Resulta que hasta el siglo XVI la luz se producía quemando grandes cantidades de madera y carbón.
Pero esto era un peligro por el riesgo de incendio. Más de un faro sufrió la ironía de quemarse estando rodeado de agua.
He dicho rodeado de agua. Y es que a veces los faros tienen que estar en alta mar para poder guiar a los barcos. A veces hacía mucha falta poner un faro en alta mar, pero no era posible construirlo. En esos casos se usaban buques faro. Tienen una potente luz en lo alto del mástil y se quedan anclados en alta mar durante meses.


