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El Final de la Tierra

Actualizado: 20 ago 2022

Durante su conquista a la Península Ibérica, los romanos consideraban que a partir de este punto no había nada más que agua. Por eso lo llamaron finis-terrae, el fin de la tierra. Les asustaba a la vez que fascinaba el hecho de tener ante sí la inmensidad del océano sin ningún islote o punto cercano de tierra.

Durante siglos y siglos, y hasta hace poco más de 500 años, numerosos europeos vivieron convencidos de que la tierra era plana, una especie de plancha sólida que flotaba sobre un mar enigmático y oscuro.

Según el historiador clásico Lucio Floro, Décimo Junio Bruto, en el año 137 a. de J., llegó a este promontorio y no quiso marcharse sin antes contemplar como el Sol se sumergía en el mar chirriando como un hierro al rojo vivo que se introduce en el agua.

Durante miles de años se pensó que cada noche el sol se apagaba en sus aguas, y más allá de él sólo existía una región de tinieblas y monstruos.

Según esa teoría, el mundo terminaba en un lugar muy concreto, en un punto preciso más allá del cual no había nada, sólo las aguas sombrías, aterradoras y repletas de monstruos del llamado Mare Tenebrosum.

El Camino a Fisterra es una ruta milenaria que se remonta a civilizaciones prehistóricas, que continuó con los celtas y que fue asimilada por el cristianismo. Nace de la tradición de caminar hacia el oeste, siguiendo el movimiento del sol, para descubrir los límites del mundo conocido. Fisterra es uno de esos puntos mágicos en los que el sol es engullido por el océano, creando una atmósfera muy mágica y llena de espiritualidad.

Se dice que una vez el peregrino llega a Fisterra, tiene que cumplir con tres ritos:

1. De purificación, con un baño en la playa de Langosteira, dos kilómetros antes de entrar en el pueblo. El peregrino se quitaba así el polvo de toda su ruta y limpio comenzaba su cuenta atrás para alcanzar ese final del camino tan duro y a la vez importante para todo peregrino.

2. De Muerte, deshaciéndose de algo material, El rito de prenderle fuego a las botas o a cualquier otra prenda que simbolice nuestra vida pasada estuvo muy extendido, el fuego se llevaba las penas y las obsesiones de la vida moderna. De las cenizas surgía la paz interna que acompañaría al peregrino a partir de ese momento.

Al igual que otras tradiciones y costumbres del Camino de Santiago, ésta también se encuentra actualmente prohibida. El elevado volumen de peregrinos que recorren anualmente las rutas jacobeas no permite que muchos de los ritos del Camino de Santiago se sigan realizando, sin poner en riesgo el entorno.

3. De Resurrección, contemplando la espectacular puesta de sol en los acantilados del cabo Fisterra, simbolizaba la Muerte, cada atardecer “sumergiéndose” en las aguas del Atlántico para “resucitar” al día siguiente. La muerte del sol en el mar y la resurrección al otro día, como la resurrección del alma del peregrino indultado por Dios.



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