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Igueldo

Igueldo nació como un centro de ocio que contaba con un casino y un restaurante de alto nivel al que acudía mucha gente de la ciudad. En tiempos de la dictadura de Primo de Rivera se prohibió el juego, por lo que a partir de 1925 la actividad del casino se sustituyó por elegantes bailes y meriendas en sus instalaciones.

En 1967, en el solar que ocupaban el antiguo casino y restaurante se construyó el hotel que hoy en día está en lo alto del monte y forma parte del paisaje de la bahía donostiarra.

El Torreón de Igueldo. Desde el siglo XVI hasta 1854 hubo allí un faro de leña destinado a evitar los naufragios que la peligrosa entrada al puerto ocasionaba. Fue construido por el Consulado de San Sebastián a 180 metros sobre el nivel del mar. A pesar de que con sus más de nueve leguas de alcance era uno de los mejores de la época, el faro fue finalmente abandonado debido a los destrozos ocasionados por las guerras carlistas y también porque las nieblas lo cegaban con relativa frecuencia. De esa forma, en 1854 se construyó un nuevo faro, que es el que continúa iluminando hoy en día.

Pero la Sociedad Monte Igueldo decidió recuperar el torreón, por lo que encargaron su proyecto de reconstrucción al arquitecto Luís Elizalde. El proyecto incluía incorporar una nueva planta con amplios ventanales y, sobre ésta, una terraza panorámica desde la que, hoy en día, cuando el cielo está despejado, se pueden ver el cabo vizcaíno de Matxitxako y las Landas francesas. «La vista desde la terraza es espectacular. Parece que tiene que ser la misma que se ve desde las terrazas del self-service, pero todos los que suben a la torre se quedan sorprendidos».

La montaña suiza es la atracción estrella del parque de atracciones, con esas modestas rampas en medio de un feroz traqueteo a la ladera del monte que se inclina al mar. Pues bien, según hemos leído en diferentes artículos, las montañas rusas tienen una estructura removible para poder moverlas, mientras que la estructura de la atracción de Igueldo se asienta sobre una plancha fija de hormigón. La gran duda en torno a esta atracción es si se trata de una clásica montaña rusa o no. Las montañas rusas se caracterizan por tener una estructura removible, que se puede trasladar. La estructura de la atracción de Igueldo, sin embargo, no lo es, ya que se asienta sobre una plancha fija de hormigón. Por lo tanto, duda resuelta: no se trata de una montaña rusa, aunque en alguna ocasión haya recibido ese nombre.

Sobre su procedencia y año de fabricación también hay varias teorías. Algunos apuntan a que se remonta al año 1928 y que su creador fue un tal Heidrich. Otros, en cambio, piensan que es del año 1930 y que su nombre se debe a que fue construido por un ingeniero suizo. La tercera hipótesis baraja la opción de que la se trajera de la exposición de Sevilla en 1929. Por lo tanto, lo único claro es que existen muchas dudas en torno a la atracción más conocida de todo el parque.

Cuenta una leyenda que hace muchos, muchos años, en aquellos lejanos tiempos en que los hombres del Norte asolaban estas costas rompiendo la tranquila vida de sus gentes, tres hechiceras se conjuraron para acabar con las incursiones vikingas.

Los amenazadores drakkars que desafiaban vientos y tormentas atravesando los mares para devastar sus aldeas, tendrían que vérselas con la furia de las hechiceras Mari Zaharra, Mari y Mari Txiki: “Las Tres Marías”.

El primer aviso para los temibles dragones marinos vendría en forma de una ola impetuosa con la que Mari Txiki sacudiría sus naves haciéndoles variar el rumbo. Si la advertencia no era atendida sería Mari la que, con una segunda e imponente ola, les haría zozobrar.

El miedo se apoderaría de ellos invitándoles a virar. Si tampoco así se dieran por vencidos, una tercera ola gigantesca hundiría sus naves. Así había de ocurrir y así ocurrió: los drakkars vikingos sucumbieron ante una inmensa tercera ola, la de Mari Zaharra, que se los tragó.

Sin embargo, en medio de la calma que siguió al conjuro de las olas, reapareció el más feroz y despiadado de los dragones del norte. Su silueta se dibujó amenazadora en el horizonte. Sin tiempo que perder, las hechiceras aunaron sus fuerzas lanzándose contra la nave que, por un momento, pareció resistir el embate de una ola de proporciones descomunales…

Mucho tiempo después alguien comentó que las olas que terminaron con los drakkars vikingos eran tan grandes como las montañas suizas.

Pero ¿se hundió realmente aquel último drakkar? Para conocer la respuesta tendrás que revivir su experiencia en la Montaña Suiza del Parque de Atracciones del Monte Igueldo. ¿A qué estás esperando?

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