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El Castillo del Papa Luna

Cuenta la leyenda que el Papa Benedicto XIII, también llamado Papa Luna, construyó con sus propias manos y en una sola noche una escalera que le permitiese acceder al mar. Cierta o no, esta leyenda es una de las muchas que giran en torno a uno de los lugares más fotogénicos de la Comunitat Valenciana, el Castillo de Peñíscola.

Emplazado sobre el peñón que domina la ciudad, desde él se divisa no sólo el territorio de Peñíscola y aledaños sino buena parte del litoral. Y fue precisamente este emplazamiento lo que llevó a los Caballeros Templarios a levantar esta inmensa fortaleza sobre una antigua alcazaba árabe entre los años 1294 y 1307. Pero no sólo por esto. Y es que se dice que los templarios eran conocedores de algunos lugares especiales del mundo, lugares de cruce de energía bio-magnética que afecta a la hipófisis y en los que se puede ser consciente de fenómenos paranormales y percepciones extrasensoriales. Entre este tipo de lugares destaca el Castillo de Peñíscola, uno de los últimos reductos templarios. Ya durante su construcción los tiempos estaban revueltos, los grandes reyes europeos, así como el poder eclesiástico, temían el poder alcanzado por los caballeros templarios y no dudaron en acusarlos, condenarlos y quemarlos en las hogueras por sacrilegio a la cruz, herejía, sodomía y adoración a ídolos paganos. La orden templaria vio el fin de sus días a principios del siglo XIII, no así el castillo de Peñíscola.

La fama "mundial" del castillo llegaría con su conversión en Sede Pontificia casi un siglo después de la desaparición de la Orden del Temple, en 1411, gracias al Papa Luna, Benedicto XIII, quien, tras huir de Aviñón se mudó a Peñíscola.  Estos tiempos también estaban revueltos. En medio del Cisma de Occidente, durante estos años llegó a haber hasta tres Papas y uno fue Benedicto XIII.

Su historia comienza con su elección como Papa en 1394 a pesar de la oposición de Francia, y es que, al ser súbdito de la Corona de Aragón, se temía que no fuera tan "manejable" como otros Papas anteriores. Así, Francia bloqueó militarmente a Benedicto XIII en su sede de Aviñón, de donde consiguió huir y llegar a Peñíscola. Tras una dura travesía en barco en la que las tormentas no pararon de azotar la embarcación, se dice que Benedicto XIII se puso en pie e invocó a Dios en calidad de legítimo Papá para que les ayudara a salvarse. Cuando el temporal amainó fue cuando, sintiéndose corroborado en el cargo, Benedicto XIII afirmó “¡Soy el verdadero Papa!”, una frase que repitió a menudo a lo largo de su vida. Como la de “yo sigo en mis trece”, otra frase que repitió en numerosas ocasiones y que hace referencia a su tozudez a la hora de negarse a abdicar como Papa y abandonar en consecuencia su nombre de Benedicto XIII.

Otra de las leyendas que gira en torno al Papa Luna y el Castillo de Peñíscola es la del Códice Imperial, un pergamino escrito presuntamente de puño y letra por el emperador Constantino y que guarda un tremendo secreto. Al parecer, el pergamino era capaz de helar la sangre de quien lo leía y hacerle vacilar de su fe. Hasta tal punto tenía ese poder que se consideraba que su sola existencia podría acabar con la Iglesia. Por esta razón era custodiado y conocido solo por los Papas y sus más allegados. Guardado en una cánula de oro, tras la muerte de Benedicto XIII el castillo de Peñíscola recibió a numerosos emisarios de los diferentes Papas con el objetivo de obtener con el Códice. Ninguno de ellos llegó a hacer con tal preciado documento y su desaparición forma parte de los grandes misterios de la historia del Papa Luna y el Castillo de Peñíscola.

Benedicto XIII murió en 1493 excomulgado y declarado hereje por lo que hay quien dice que nunca descansa y que aún se puede sentir su presencia en los aposentos del castillo, donde no para de exclamar: "¡Soy el verdadero Papa!".

Para conocer si esto es cierto y, tal y como decían los templarios, el castillo es un lugar de cruce de energías en el que suceden eventos paranormales, no hay nada mejor como visitar en persona el Castillo de Peñíscola.

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